Cuando se convocaron las jornadas “Alternativas desde Abajo”
en Madrid el pasado junio, yo pensé ingenuamente que se trataba de fomentar
procesos para el empoderamiento ciudadano y la toma de decisiones frente a las cúpulas
de los partidos.
Estaba equivocado, el discurso de “los de abajo” se refería
al discurso clásico de la izquierda comunista. El acto inicial de presentación
que se propuso incluía la participación de Alberto Garzón, Xose Manuel Beiras o
Esther Vivas, de manera que había que ser muy ingenuo para no comprender cúal
era el proceso que se proponía. Se dejó como único representante netamente político
a las Candidaturas de Unitat Popular como paradigmna del modelo electoral que
había que importar desde Cataluña, arropado por los movimientos sociales,
mareas, plataformas y el Sindicato de Obreros del Campo, siempre en la órbita
de IU. Se rechazó la participación de un partido como Vecinos por Torrelodones,
con el argumento de que Toni Cantó había pasado por allí. A mí me parece que el
diputado de UPyD defiende un discurso neomachista en cuestiones como la
violencia de género o la custodia compartida, no tiene sensibilidad frente al
maltrato animal, es un metepatas habitual en twitter y pertenece a un partido
liberal y productivista muy alejado de la ecología, defensor de un nacionalismo
centralista español incompatible con la realidad plurinacional de este país de países.
Sin embargo, Vecinos por Torrelodones es un partido trasversal (interclasista
dirían de forma peyorativa los viejos comunistas) unido por el objetivo de
lograr una gestión racional y democrática de su municipio. Una experiencia existosa
de candidatura vecinal y ciudadana que surgió de la lucha contra la
especulación urbanística que imponía el anterior equipo del PP. Gestionar de
forma racional y democrática el planeta podría ser una forma de definir la
Ecología Política, que es también una corriente política trasversal. Por esta
razón la exclusión de Vecinos por Torrelodones de este acto inicial auguraba ya
la inevitable exclusión de EQUO de este proceso.
Yo no creo que el independentismo catalán, que es la
corriente política que ha permitido el desarrollo de las Candidaturas d’ Unitat
Popular en los últimos 20 años, sea una buena base para promover una plataforma
política en Madrid. Por otro lado, el asambleísmo de las CUP que puede ser muy
democrático y participativo en pequeños municipios, me resulta poco democrático
en otros ámbitos. Las asambleas de activistas no son suficientes para permitir
la participación política de la ciudadanía en la toma de decisiones políticas.
La democracia participativa a través de plebiscitos vinculantes, Iniciativas
legislativas y constitucionales populares, consultas on line o elecciones
primarias abiertas a toda la ciudadanía me parecen elementos fundamentales para
la regeneración política, junto con la trasparencia, el acceso a la información
y las auditorías ciudadanas o la rendición de cuentas.
La democracia instaurada por la Constitución del 79 ha sido acertadamente definida como una
oligarquía de partidos que impuso una ley electoral con listas cerradas y bloqueadas
y un sistema de partidos cerrado a la innovación y la participación democrática.
No solamente no hay elementos de democracia participativa como sucede en otros
muchos países, es que además la democracia representativa es de muy baja
calidad. Existe la Iniciativa Legislativa Popular, pero el Congreso ni siquiera
está obligado a su tramitación y puede en cualquier caso en virtud de su
mayoría política rechazar su contenido, tal y como hemos visto con la ILP por
la Dación en pago promovida por PAH.
En cuanto a la democracia representativa, la circunscripción
provincial, hace que el sistema electoral, formalmente proporcional tenga los
efectos de los sistemas mayoritarios, privilegiando a los grandes partidos y
limitando la representación de las minorías, aunque, eso sí, sin ninguna de las
ventajas de los sistemas mayoritarios en cuanto a la proximidad del
representante a sus electores.
Los partidos políticos en España no han estado sometidos a
ninguna exigencia que garantice ni su democracia interna, ni la transparencia
en su financiación ni las posibilidades del electorado para influir o
participar en la toma de decisiones o la confección de las candidaturas. Además han ocupado todas las instituciones del
estado, incluidas las Cajas de Ahorro, en función de sus respectivas cuotas de
poder. Que el Tribunal de Cuentas, responsable de auditar las cuentas de los
partidos, sea nombrado por los propios partidos, es una broma macabra. Que en
periodos electorales el tiempo informativo en los medios de comunicación
públicos se reparta en proporción a los resultados electorales es un atentado
al derecho a la información, que los propios profesionales han criticado.
La consecuencia de todo ello es un sistema de partidos
corrupto y una democracia sometida al poder de las burocracias de los partidos,
dependientes a su vez de los bancos que financian sus costosas campañas
electorales. Más allá de las ideologías,
no es de extrañar que los partidos políticos sean una de las instituciones más
cuestionadas por la ciudadanía hoy en día. La crisis económica, el
empobrecimiento generalizado de la población y la pérdida de derechos sociales,
consecuencia de las políticas de austeridad que no han hecho más que transferir
la deuda privada de los bancos a deuda
pública que pagamos todos los ciudadanos, han cambiado la percepción social de
la corrupción. Si en época de bonanza pese a la corrupción generalizada de las
instituciones hemos visto mayorías absolutas como en Madrid o Valencia, hoy en
día los partidos están crecientemente cuestionados en todos los ámbitos
ideológicos o sociales.
Nuestra democracia está corrompida estructuralmente, más
allá de la responsabilidad individual de los casos más notorios.
Inicialmente, el grito de no nos representan de los
indignados, se refería al conjunto de los partidos y en las manifestaciones y
las plazas se pedía una y otra vez que no se llevaran banderas de partidos.
Pero los movimientos sociales surgidos del 15M han tomado
conciencia de que ni las manifestaciones, ni las asambleas, ni los escraches,
ni siquiera el recurso a un instrumento como la ILP o a los tribunales, son
suficientes para modificar la realidad política e imponer los derechos de las
personas a los intereses del poder financiero. Al final, las decisiones se toman
en los Gobiernos y en los Parlamentos, en función de las mayorías políticas. Es
una reflexión que inevitablemente lleva a participar de una forma u otra en los
procesos electorales.
Esta fue la reflexión
que llevó a un grupo de activistas de diferentes ONGs ecologistas y de
cooperación a proponer el proyecto EQUO a finales de 2010, proyecto al que nos
unimos los pequeños partidos verdes y sobre todo miles de personas
individuales sin experiencia política previa buscando construir un partido al
que poder votar, puesto que ninguno de los existentes les representaba.
Algunas iniciativas que apelan a la unidad de la izquierda,
olvidan la necesidad de la regeneración democrática y miran para otro lado
cuando se les habla de la responsabilidad de la izquierda en la ocupación y
expolio de las Cajas de Ahorro o en la connivencia con el poder financiero y la
burbuja inmobiliaria que durante décadas alimentó las arcas de los municipios
de todos los colores políticos.
Durante años voté unas veces al PSOE y otras al PCE –después
IU- plenamente consciente de que ninguno de los dos me representaba pero que la
abstención sólo favorecía a la derecha. Salí huyendo de IU en los años noventa
por la teoría del sorpaso que ahora vuelve a estar de moda en IU. A mí realmente
me importa muy poco como se reparte el voto entre las dos corrientes de la
izquierda productivista, conchabada con los bancos, anquilosada en discursos
antiguos y dominada por esos viejos dinosaurios que son sus aparatos. El “sorpaso”
no me motiva nada. No creo que el PP sea igual que el PSOE ni que el PSOE sea
igual que IU. Lo que creo es que hay que cambiar el sistema de partidos, la ley
electoral, la Constitución y a partir de ahí un montón de cosas más empezando por el modelo
energético y la forma que tenemos de producir, consumir, transportarnos, alimentarnos,
etc.
Vaya, que hay que reiniciar la democracia con un proceso
constituyente y que solamente eso permitirá adoptar medidas para cambiar el
rumbo de un sistema que nos lleva al desastre por el agotamiento de los
recursos naturales y la superación de la capacidad de carga del planeta para
absorver todos los residuos que generamos. Para hacer esto yo no confío en los
partidos convencionales que han formado parte y se han beneficiado del sistema
actual. Reconozco que tanto en el PSOE como en IU hay personas honestas y
activistas comprometidas que en algunos casos comparten las propuestas de la
Ecología Política, que han impulsado políticas de igualdad y defendido los
derechos de las mujeres o de las minorías. Pero creo que si en España hubiera
habido un partido verde, Zapatero no habría podido prescindir de Cristina
Narbona en 2008 retrocediendo así en todas las políticas ambientales –sin duda
insuficientes, pero necesarias- que ella había impulsado siguiendo las
recomendaciones de la las organizaciones ecologistas y la comunidad científica.
IU, através de sus multiples organizaciones e iniciativas
asociadas, está obesionada con impedir cueste lo que cueste la emergencia de un
tercer espacio en la izquierda, el espacio de la Ecología Política, que sigue
consolidándose en toda la Europa nórdica y central y emerge en la Europa del
este y mediterránea. Nos hablan de la unidad de la izquierda, su izquierda, la
izquierda “verdadera” como dicen algunos en los foros de interntet, férreamente
controlada por el PCE, o por una supuesta vanguardia llamada a guiar a las masas
ignorantes hacia el paraíso socialista. Pero claro la sociedad ha evolucionado
mucho desde finales del siglo XIX y mucha gente ha adoptado la costumbre de
pensar por su cuenta, de tomar la iniciativa y hasta de intervenir
políticamente sin consultar a los partidos políticos y menos aún a sus
dirigentes.
Sin embargo, no habrá cambios en este país si no se modifica
radicalmente la relación entre los partidos políticos y la ciudadanía. No creo
que sea suficiente con un trasvase de votos del PP a UPyD y del PSOE a IU. Eso
dará un Parlamento más plural y alejado del bipartidismo, pero no modificará el
sistema ni mejorará la calidad democrática por si mismo.
Por otro lado IU, por mucho que se reuna con todas sus familias,
frentes, convergencias y alternativas, por mucho que se adorne con miembros de
movimientos sociales, puede mejorar su resultado electoral, pero estará muy lejos
de conformar una mayoría política que impulse un proceso constituyente. Aunque
sea verdad que las políticas neoliberales de la Troika perjudican al 99% de la
población para beneficiar al 1%, en un país en el que más del 30% del censo
electoral no se define en el eje izquierda/derecha, en el que los partidos políticos
y sus estructuras cerradas e inmovilistas –también IU- son ampliamente cuestionados,
un frente electoral de la izquierda comunista, unida, abierta y anticapitalista
no podrá por si sólo crear una mayoría política alternativa.
Por otro lado si no hubiera un tercer espacio de la
izquierda, como el que representan EQUO, Compromis en Valencia y Los Verdes en
Europa, abierto a otros sujetos políticos, comprometido con la innovación
política y el protagonismo de la ciudadanía, muchas personas, también en los
movimientos sociales nos quedaríamos sin una opción a la que votar, serían
votos que irían a pequeñas candidaturas con escasas posibilidades de obtener
representación, o a la abstención.
Pero no traicionamos a nadie ni nos vamos de ningún lugar.
La Ecología Política no forma parte de la corriente política que nace en el s
XIX con la industrialización y el movimiento obrero. Somos transnacionales, globales,
universalistas, pero no somos la “Quinta Internacional”. No respondemos al
paradigma de la lucha de clases sino al paradigma de la sostenibilidad. No perseguimos
el socialismo y la socialización de los medios de producción, queremos la paz
entre la especia humana y el planeta, queremos que las generaciones futuras
hereden un planeta habitable: democracia transgeneracional. Queremos aprender a
convivir con las demás especies con las que compartimos una casa común y de las
que dependemos para nuestra propia supervivencia: democracia transepecie y
crítica del antropocentrismo que considera a los animales y al medio ambiente
como mera mercancía al servicio de satisfacer las necesidades y caprichos de
una especie depredadora que se comporta como una plaga.
Los medios de comunicación se refieren con frecuencia a
nosotros como ecosocialistas, reforzando la idea de que somos la enésima derivación
de la izquierda obrera y marxista. Pero no es así. Somos un partido de la
ecología política comprometido con la sostenibilidad, la equidad social y la
regeneración democrática. Yo no soy socialista por mucho eco que le pongan
delante. El ecosocialismo es una corriente política que evoluciona desde el
marxismo hacia la Ecología Política. Pero la Ecología Política es una ideología
trasversal que no forma parte de la tradición marxista. En los partidos verdes
algunas personas se definen como ecosocialistas, otras prefieren hacerlo como
ecoliberales, ecolibertarios, ecofeministas, animalistas o simplemente ecologistas.
La función de Los Verdes no es la de aportar savia nueva a
la vieja izquierda comunista sino la de aportar nuevas formas de entender la
política, buscando la cooperación en un discurso de lo común más que de lo
público, donde la ciudadanía tiene también una responsabilidad y un protagonismo
más allá de la mera gestión pública desde el estado.
EQUO va a resistir la brutal presión que IU va a ejercer a
través de sus aliados en los medios de comunicación y en los movimientos
sociales. Nos insultarán como suelen hacer en los foros de internet llamándonos
ecopijos, ecocapitalistas, imperialistas, submarinos financiados por el PSOE,
oportunistas y personalistas buscando una poltrona y demás barbaridades. Resistiremos
la presión por responsabilidad, por convencimiento en la prioridad de la regeneración
democrática y de la importancia de la emergencia de la Ecología Política.
La emergencia de la Ecología Política como actor político
independiente y con capacidad para influir en las instituciones es también un
elemento imprescindible de la regeneración democrática.