Me pregunto como ha podido triunfar durante tantos siglos el matriarcado.
Sospecho que en igualdad de condiciones las mujeres suelen ser más trabajadoras e inteligentes.
Algunas especies inteligentes como abejas u hormigas han resuelto el conflicto entre los géneros reduciendo a los machos a la función de zánganos.
La respuesta parece sencilla: por la fuerza, a través de la violencia, primariamente, después el poder de los hombres se hace más sofisticado y sutil, se buscan argumentos para justificar el abuso de poder. En un célebre Concilio los hombres reunidos decidieron que las mujeres también tenían alma y siglos más tarde las mueres terminaron pidiendo el derecho al voto.
Las mujeres cuidaban a niños ancianos y enfermos, buscaban agua y leña.
Los hombres hacian la guerra y la caza formaba parte de esa guerra de la que regresaban con su botin a disfrutar el descanso del guerrero.
Por eso la violencia contra las mujeres, el machismo es inseparable de la violencia de la especie humana contra su entorno y contar sí misma.
Pensamos que es necesario repensar lo que significa ser hombres, redefinir la masculinidad preñandola de valores, obligaciones, costumbres y conocimientos tradicionalmente asignados a las mujeres, renunciando así a nuestros privilegios de cuna
“El fenómeno de la VIOLENCIA DE GÉNERO es de una magnitud escalofriante.
Ante él, los hombres no podemos desviar la vista como si fuese suma de “casos
particulares” a los que somos ajenos. La VIOLENCIA MACHISTA es una lacra
social que sufren abrumadoramente las mujeres, y que se expresa también en
la homofobia y la transfobia o en ataques contra algunos hombres cercanos a
las mujeres agredidas o que tratan de impedir alguna agresión.
LOS HOMBRES SOMOS RESPONSABLES DE ESTE INMENSO PROBLEMA SOCIAL.
TENEMOS QUE REACCIONAR MUCHO MÁS Y DECIR NO.
Nuestra reacción no puede esperar a que se produzcan situaciones extremas
de violencia física. No podemos ignorar que, en un marco social patriarcal, los
varones asumimos y desarrollamos, de forma consciente o inconsciente,
prácticas cotidianas de coacción y discriminación de las mujeres. Hay que
actuar mucho antes: ES URGENTE QUE TODOS LOS HOMBRES IDENTIFIQUEMOS Y RENUNCIEMOS DE FORMA PRÁCTICA Y COTIDIANA A PRIVILEGIOS de los que nos aprovechamos como si fuesen algo natural, pero que llanamente son abuso y caldo de cultivo para la violencia.
Las cifras indican tozudamente que los hombres seguimos desviando hacia las
mujeres las tareas de cuidado y las responsabilidades de la vida cotidiana,
doméstica y afectiva, de lo que deriva su discriminación laboral, una
sobrecarga física y mental y la apropiación masculina de los espacios de
decisión y poder. La igualdad en todo tipo de tareas y responsabilidades es
condición necesaria para alcanzar la igualdad en el trabajo y la vida social.
LOS HOMBRES TENEMOS QUE CAMBIAR NUESTRAS METALIDADES, ACTITUDES Y CONDUCTAS, renunciando al silencio, inmovilismo y resistencia pasiva que siguen produciendo desigualdad y dan aliento a la violencia machista.
Ese cambio es nuestra responsabilidad personal, pero también debe ser
fomentado y favorecido socialmente. Por ello, apoyamos a las mujeres y a sus
organizaciones cuando exigen a los poderes públicos acciones positivas y
efectivas contra la desigualdad de género, iniciativas y leyes dotadas de los
suficientes medios, dirigidas a lograr un reparto equitativo de todas las tareas
y responsabilidades de la vida cotidiana, social, doméstica o laboral, a poner
fin a toda situación de privilegio masculino, legal o de hecho, y a reconocer y
garantizar plenamente el derecho de las mujeres a decidir, sin tutelajes ni
coacciones, sobre su vida, sus afectos, su sexualidad y su maternidad”
Esto es lo que decía el manifiesto de la 2ª Manifestación de Hombres contra el machismo y su violencia celebrada en Madrid el pasado 25 de octubre por iniciativa de “Una asamblea de hombres contra la violencia machista de Madrid”
Algunos hombres pensamos que tenemos algo que decir y que hacer como hombres ante la violencia contra las mujeres. Nos manifestábamos a favor de la igualdad plena entre hombres y mujeres lo que nos llevaba a cuestionar la posición de privilegio social que los hombres hemos tenido y seguimos teniendo en una sociedad patriarcal. Lejos de sentirnos discriminados por medidas que favorezcan la presencia paritaria de hombres y mujeres en distintos ámbitos de la vida social, profesional, política, cultural... consideramos que tales avances nos hacen más libres y plenos tanto a hombres como a mujeres, al permitir que la sociedad se beneficie del talento, la iniciativa, la profesionalidad, de todos sus miembros y no únicamente, o mayoritariamente, de los de género masculino.
Las mujeres son las protagonistas de una larga lucha en contra de su opresión histórica y en particular en contra de la violencia específica que sufren por ser mujeres. A los hombres nos corresponde cuestionar un modelo de masculinidad, un poder patriarcal, una cultura machista, inseparables de la discriminación y la violencia contra las mujeres.
Por eso no aceptamos que la necesidad de renunciar a los privilegios que los hombres hemos tenido históricamente suponga en modo alguno una discriminación.
En los años setenta algunos hombres nos acercamos al feminismo a través de nuestras amigas y compañeras feministas. Con ellas compartíamos el sueño de una sociedad más libre y más justa. Ellas nos hicieron comprender la necesidad de combatir la opresión específica de las mujeres si realmente queríamos alcanzar la igualdad.
También algunos hombres hemos sido víctimas históricamente del machismo. La lucha de las mujeres por disponer libremente de su propio cuerpo y su defensa de una sexualidad no reproductiva nos abrió una puerta a los hombres homosexuales, que si bien seguimos compartiendo privilegios con los demás hombres, hemos avanzado en nuestros derechos sociales, nuestra libertad y dignidad gracias en gran medida al movimiento feminista y su cuestionamiento del machismo y el patriarcado.
Cuando un sector de las propias mujeres cuestiona la vigencia del término feminista, ¿tiene sentido que determinados hombres nos proclamemos feministas?
¿Cómo nos afecta a los hombres el fenómeno de la violencia de género y cual debería ser nuestra respuesta?
¿Existe alguna relación entre la violencia que se ejerce contra las mujeres y otras formas de violencia presentes en nuestra sociedad: la violencia contra la infancia, la homofobia, la xenofobia, la violencia contra los indigentes, los animales, la naturaleza...? En definitiva, la violencia contra seres a los que el agresor considera inferiores, y que objetivamente se encuentran en una situación de indefensión.
Parece obvio decir que la violencia hacia las mujeres afecta también a los niños, víctimas de los mismos episodios de violencia, unas veces de forma muy directa al sufrir también el maltrato físico o el asesinato por parte del agresor, siempre como aterrorizados espectadores de la violencia hacia su madre.
“La maté por que era mía”, “algo habrá hecho”, “con lo hija de puta que es seguro que no es la primera vez que la pegan”. Este tipo de frases aberrantes no hablan de un remoto pasado sino , por desgracia, de una realidad social y cultural que dista mucho de haber sido erradicada. La supremacía del varón, la obligación de la mujer de callar y obedecer, de sufrir en silencio, el sentimiento de culpa de la mujer maltratada y sus dificultades de todo orden para romper con su maltratador, no son cosas del pasado.
Pero la violencia extrema, la que acaba con la vida de tantas mujeres a manos de sus parejas o exparejas, es tan sólo la punta del iceberg de una violencia más sutil y cotidiana.
Tal vez los avances que se han venido produciendo en los derechos de las mujeres desde hace algo más de 100 años, su creciente presencia en la vida social y laboral hayan provocado el desconcierto de ciertos hombres aferrados a un machismo ancestral e incapaces buscar una nueva masculinidad que asuma una igualdad plena y renuncie a privilegios históricos.
Por esta razón es importante que pequeños grupos de hombres se reúnan para reflexionar sobre nuestro papel como hombres frente a la violencia contra las mujeres.
¿podemos hoy en día ser plenamente hombres –en el sentido de humanos de género masculino- sin sufrir antes una profunda femenización de nuestras actitudes y comportamientos?
¿Cuántos casos como el de Jesús Neira tienen que darse para que la inmensa mayoría de los hombres asuman el compromiso de tolerancia cero frente al machismo y la violencia contra las mujeres?
En este contexo creo que tiene sentido que los hombres nos proclamemos feministas, pro-feministas, igualitarios, aliados de las mujeres que luchan por su plena igualdad, en definitiva que hagamos nuestros los valores de la plena igualdad entre hombres y mujeres.
No creo en absoluto que la energía transformadora y liberadora del feminismo se haya agotado, por más que haya que reconocer algunos avances importantes en el camino hacia la igualdad, particularmente en un país como España tan ligado histórica y culturalmente a un machismo elevado a la categoría de mito.
Por el contrario creo que el protagonismo de las mujeres en los retos políticos y sociales del futuro próximo de la humanidad no dejará de crecer, y que su lucha valerosa y su activismo nos beneficiarán también a los hombres.
La mujer africana Wangari Maathai, premio Nobel de la Paz en 2004, impulsora del “Movimiento Cinturón Verde” al que solamente en Kenia pertenecen 6.000 grupos de mujeres, ha ligado la lucha contra la exclusión de las mujeres, contra la pobreza y contra la destrucción del Medio Ambiente.
Feminismo y ecología son hoy en día dos fenómenos sociales relacionados.
Porque la especie humana necesita para garantizar su futuro redefinir su relación con el planeta, con ese ser vivo que hoy llamamos Gaia y tradicionalmente se ha llamado MADRE TIERRA.
Grupos como las “Mujeres de Negro” han protagonizado la lucha por la Paz en lugares como los Balcanes. En España colectivos como la Plataforma Mujeres Artistas contra la violencia de Género” han puesto en marcha campañas específicas contra el asesinato de cientos de mujeres en la ciudad mexicana de Tijuana o a favor de la paz en Oriente Medio.
Por no hablar de cientos de miles de mujeres que recogen y cuidan animales abandonados
Este activismo de las mujeres, no solamente a favor de sus derechos y su dignidad sino también de causas como la paz, la tolerancia, el respeto al medio ambiente, la cooperación... debería estimular la conciencia de los hombres y nuestro compromiso con valores universales que compartimos.
Pero la sombra del machismo es alargada. Por eso junto al apoyo solidario a la lucha de las mujeres, los hombres debemos también reflexionar críticamente sobre nuestros comportamientos cotidianos, cambiando nuestras actitudes dentro y fuera de casa.
Muchas jóvenes creen que la igualdad ya está conseguida, pero existe una desigualdad aparentemente invisible mucho más sutil que sigue el modelo tradicional de masculinidad y cuyo núcleo duro está en la experiencia cotidiana de las pequeñas-grandes cosas, como poner la lavadora o saber si falta un limpiador para reponerlo.
Me preguntaba si existe una relación entre la violencia contra las mujeres y otras formas de violencia presentes en nuestra sociedad. Mi respuesta es: definitivamente sí. El hombre capaz de maltratar hasta la muerte a un animal “por que es mío”¿no reproduce un comportamiento patriarcal y antropocéntrico, en donde otros seres vivos, incluidos los de su propia especie son considerados meros objetos de su posesión cuya función es satisfacer sus deseos, necesidades y caprichos?.
Un hombre que apalea hasta a la muerte a su perro por que dice que es suyo
Es tan canalla como el cobarde que asesina a una mujer diciendo la “maté porque era mía”
Un hombre capaz de torturar y asesinar en la plaza pública a un toro es tan cobarde como el hombre que maltrata a una mujer.
Parece existir una redefinición del mito femenino y el mito masculino y por tanto de las relaciones entre los géneros. Un duelo entre la diosa del Amor, Venus (Afrodita) y el dios de la Guerra, Marte (Ares). Por decirlo en términos mitológicos un creciente número de hombres renegamos del culto a la guerra y la violencia de Marte y nos identificamos con mitos femeninos que tienen que ver con el cuidado de nuestro hogar, la madre tierra, con las redes sociales que tejen desde la cooperación mecanismos para desterrar la violencia, la intolerancia, la exclusión social.
Las mismas fronteras entre los géneros se hacen más difusas con la irrupción en la vida pública de personas transexuales, hombres femeninos, mujeres con poder y un largo etc que cuestiona la visión tradicional de lo masculino y lo femenino.
Tradicionalmente hemos atribuido a las mujeres valores y funciones tales como el cuidado de los más débiles –niños, ancianos, enfermos- el cuidado del entorno, del hogar, de los animales
Valores como la compasión –sentir con el otro- o la ternura,
valores y funciones que los hombres debemos compartir y asumir para ser plenamente humanos.
“No sabía yo, hasta que me dejó mi mujer, lo dificil que es tener un hogar. No un piso, no, un hogar. Un hogar es blanco las manos de las mujeres, las manos esas pequeñas y ajadas pero con sus uñitas pintadas, las manos de las mujeres que dan de comer, que colocan cada tapón en su frasco...
en mi casa todos los frascos tenían su tapón encima. Nunca he vuelto a tener esa experiencia. Mi corazón quedó roto y mi frasco destapado para siempre” dice un personaje masculino “sin techo” en la obra teatral “Caídos del cielo”escrita por Paloma Pedreo como homenaje a Rosario Endrinal, quemada viva en un cajero de Barcelona en 2005.
“La calle me gusta en verano, la lluvia limpia las aceras y dos chicas, dos mujercitas preciosas vestidas de verde vacían las papeleras y barren los cartones. Y yo miro sus manos blancas, pequeñas, útiles, haciendo hogar”... “Si yo hubiera tenido unas manos útiles como las de una mujer, seguramente habría rehecho mi vida y ahora tendría otra mujer, otros niños, otros dos trienios. Pero amigos, yo siempre he sido un inútil”
Con toda la modestia de quienes asumimos un papel secundario, los hombres igualitarios queremos aprender de las mujeres y de su lucha, asumir su mirada y su actitud. Renunciar a nuestros privilegios, a nuestras actitudes prepotentes, intolerantes, violentas, competitivas. Compartir con vosotras un futuro más equilibrado y justo, más pleno y armonioso para todos. No queremos ser una moda pasajera, sino contribuir a un nuevo modelo de masculinidad alejado del actual patriarcado y de un productivismo insensato y depredador de una planeta finito que deberíamos cuidar entre todos porque es nuestro hogar común.
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