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I CONVENCIÓN DE LOS VERDES DE EUROPA
Ateneo de Madrid, 27 de septiembre de 2008
SALUDO
En nombre de Los verdes de Europa, bienvenidos a esta primera Convención. Podéis estar
seguros de que vuestra presencia es el mejor estimulante para quienes tanto empeño estamos
poniendo en la construcción de esta REALISTA UTOPÍA que ya hemos denominado “La
Galaxia Ecológica”.
Realista, porque es posible, y Utopía, porque sin ella no es posible abrirse camino.
BREVE REPASO HISTÓRICO
El término de “La Galaxia Ecológica” no lo hemos acuñado nosotros, pero lo hemos hecho
nuestro porque es quizá la mejor y más afortunada expresión para definir el complejo y variado
mundo de la ecología actual.
Quienes lleváis mucho tiempo en él, sabéis por experiencia que no es nada sencillo unir todas
esas posiciones, que sin embargo, luchan por la consecución de los mismos objetivos. Y
quienes os habéis incorporado a él más recientemente, tenéis que saber que desde 1866,
cuando por primera vez se establece, “la relación del organismo con su entorno”, los
herederos de la ecología científica no han cesado de profundizar en el conocimiento.
Gracias a ellos, se ha podido avanzar y dar el paso siguiente creando la organización. Es decir,
lo que hoy se conoce como La Ecología Política.
Que para muchos ecologistas, La Ecología Política no está exenta de connotaciones
peyorativas, por el mal uso que muchos políticos han hecho y siguen haciendo de una actividad
tan noble como es la política.
La ecología política no se puede entender sin un criterio de globalidad. Es un pensamiento
que articula una verdadera revolución social en torno a varios aspectos fundamentales: la
protección del medio ambiente y la preservación de la naturaleza; la solidaridad social y
la democracia.
No tener en cuenta estos tres ejes, nos llevará a tener una aproximación incompleta del mundo
de la ecología.
La protección del Medio Ambiente es ante todo una lucha social y ciudadana. Y en esto, sí
coincidimos todos los ecologistas. Lo que no es óbice para que reconozcamos también, que
existen importantes divergencias entre quienes abogamos por la ecología política y quienes,
por ejemplo, desarrollan su actividad militante en el sector conservacionista,
medioambientalista etc.
Por eso, desde la ecología política y haciendo prueba de la máxima comprensión, tolerancia y
aceptación esa diversidad, hemos de hacer el máximo esfuerzo para explicar que los
problemas del medio ambiente, son además de planetarios políticos. Y en consecuencia,
no pueden ser resueltos por medio de soluciones parciales. Sería algo así como pretender
luchar contra la pobreza en el mundo por medio de la limosna.
A estos colectivos amigos, que en la gran mayoría de los casos actúan altruistamente y de
buena fe, hemos de reconocerles su innegable contribución en la creación de una cierta
conciencia ambiental. Pero al mismo tiempo, con gran respeto y sensibilidad, hemos de
hacerles ver que en ocasiones, su radical apoliticismo puede llevarles, sin querer, a servir la
causa del poder político y económico que más daño está causando al medio ambiente.
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Y aún cuando para muchos de vosotros, la respuesta a la pregunta que voy a formular sea
archiconocida, no está demás formularla para una mejor comprensión de las dificultades con
las que a diario nos enfrentamos, para intentar explicar ¿Qué es la ecología política?
Y lo primero que todos hemos de tener claro, es que la ecología política ni es nada nuevo ni
nace de la nada.
Desde finales del siglo XIX, pensadores de la ética y de la economía han empezado a explorar
ese terreno. Y gracias a ellos se ha ido estructurando el pensamiento ecologista.
Ellos son, por ejemplo, los precursores del establecimiento de un principio que hoy está muy de
moda. Como es el principio de responsabilidad medioambiental. Que como todos sabéis,
consiste en que el contaminador pague los daños causados.
En ese marco, por ejemplo, se inscriben la adopción por parte de algunos gobiernos, como el
inglés, de medidas como la “eco-tasa automovilística”.
La ecología política, es pues, la heredera de un pensamiento que nació hace más de un siglo y
muy próximo a eso otro que nació en la misma época y que reflexionó sobre el reparto de la
riqueza en el mundo.
Ya veis que los dos grandes problemas a los que hoy se enfrenta la humanidad no son nuevos.
Ya a finales del siglo XIX, unos reflexionaban sobre el principio de responsabilidad
medioambiental y otros sobre la economía distributiva. Y ambos alertaban sobre las
consecuencias que para el planeta tendría la producción desenfrenada. Es decir, su
empobrecimiento y por ende, el de sus habitantes.
Un siglo después las premoniciones se están cumpliendo casi milimétricamente. Nuestro
planeta ya está en situación de pobreza y miles de millones de seres humanos en situación de
pobreza extrema.
África, como todos sabemos, es un continente inmensamente rico en recursos naturales y sin
embargo, la mayoría de su población padece hambruna y está aquejada por enfermedades
erradicadas desde hace casi un siglo en los países más desarrollados. Y en parte de Asia y
otras zonas del planeta, sucede exactamente lo mismo.
Como podéis imaginaros, aquellos pensadores que criticaron razonadamente la “ideología del
progreso” fueron estigmatizados y tachados de catastrofistas por el poder político y
económico dominante de la época. Exactamente lo mismo que sucede en la actualidad con
quienes cuestionamos el modelo neoliberal-productivista. Y si ellos demostraron que los ricos
eran cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres, nosotros ya no tenemos esa
necesidad, pues la evidencia es tan tangible como incuestionable.
Aunque todavía haya quien se atreva a sostener que la producción desenfrenada y hasta
salvaje, no es fuente de pobreza, todos sabemos que la realidad nos muestra lo contario. Y es
precisamente en esta constatación, en la que toma cuerpo uno de los principios ideológicos
básicos de la ecología política.
Los Verdes han sido los primeros en el mundo en reivindicar “EL SALARIO MÍNIMO DE
EXISTENCIA” para todos los seres humanos. Y es una pena que muchos ecologistas lo
ignoren. De ahí esa labor de pedagogía tan importante que hay que hacer dentro de nuestra
propia casa.
Los Verdes fueron también – aunque haya sido a destiempo – los primeros en hablar de
lo que hoy se conoce como DESARROLLO SOSTENIBLE.
Quizá por eso hemos sido igualmente, los primeros en plantear un cambio radical de la
Organización Mundial del Comercio (OMC), que debería pasar a denominarse
Organización Mundial del Comercio Justo.
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Y esta nueva denominación no es una cuestión baladí ni semántica, es para evitar la
sobreexplotación de los recursos naturales del planeta y de miles de millones de seres
humanos.
Como seguro sabéis esta propuesta fue rechazada de plano por los países más poderosos del
planeta agrupados en el G8. Lo que no impide a sus gobernantes que en sus cumbres hablen
de solidaridad con los países más pobres. Exactamente como hace el Fondo Monetario
Internacional, que sin embargo, con sus políticas es en buena medida responsable de la
insolidaridad creciente entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado.
Los adversarios de la ecología política sostienen que la sociedad sólo puede fundamentarse
sobre la base de la producción y el valor de las mercancías. O sea, exactamente lo
contrario de desarrollo sostenible. Para ellos hay que producir más y más. El futuro del
planeta es una cuestión secundaria. La noción de beneficio a corto plazo es la única que
impera sobre todas las demás.
Sin embargo, así como hasta hace bien pocos años, casi nadie cuestionaba la
industrialización a ultranza ni la agricultura intensiva, hoy muy pocos cuestionan ya sus
efectos devastadores sobre el planeta. Contaminación atmosférica y de las aguas, polución,
enfermedades etc.
Un cuestionamiento, que aunque está de actualidad tampoco es nuevo. Fijaros, el geógrafo y
humanista Elisée Reclus, considerado como unos de los fundadores de la ecología política,
ya denunció a finales del XIX esta industrialización a ultranza, así como la agricultura intensiva,
como causa principal de empobrecimiento de los países que soportaban el yugo colonial y en
los que el respeto por la naturaleza era simplemente inexistente.
Y no se quedó ahí, cuando ni siquiera existía el término feminismo, planteó el control de la
natalidad es esos países subdesarrollados. Pero sobre todo, planteó el pacifismo como eje
principal de las políticas solidarias y duraderas. Que junto con la defensa de los derechos
humanos constituye una de las principales señas de identidad de los partidos Verdes actuales.
Después de este breve e incompleto repaso histórico, quizá muchos de vosotros os preguntéis,
¿Cómo es posible que habiendo sido tan precursores hoy los ecologistas nos encontremos en
esta situación?
Anteriormente, me he referido a la dificultad que tiene la ecología política para abrirse camino y
con una pequeña retrospectiva quizá lo entendamos mejor.
EMERGENCIA DE LA ECOLOGÍA POLÍTICA EN EUROPA
Efectivamente, desde aquellos ecologistas y economistas audaces de finales del siglo XIX
hasta René Dumont en Francia y Petra Kelly en Alemania ha transcurrido un siglo, durante el
cual la ecología no ha formado parte de las preocupaciones esenciales de los gobiernos, ni
tampoco de los ciudadanos.
En Europa, sólo después del mayo del 68 francés se empiezan a atisbar los primeros síntomas
sobre una nueva forma de hacer política. Los años 1971 y 72 serán especialmente
importantes. Durante ese período aparecen las primeras publicaciones especializadas sobre
ecología. También en ese mismo período de desarrollarán las primeras manifestaciones de
protesta contra la construcción de las primeras centrales nucleares.
Y en 1974, para sorpresa de toda la clase política tradicional y del mundo mediático, el
ingeniero agrónomo y profesor René Dumont, considerado como el padre espiritual del Los
Verdes franceses y cofundador del movimiento ATTAC, presenta su candidatura a la
presidencia de la República Francesa. Y lo hace sabiendo que no tiene la menor posibilidad
(obtendrá el 1,32% de los votos), pero aprovechará la cobertura mediática del acontecimiento,
para presentar una propuesta ecologista a la sociedad francesa, denominada “Una Nueva
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Utopía”. Lo que quizá no imaginaba, es que su propuesta traspasaría tan rápidamente las
fronteras.
Cinco años después (1979), en Alemania, junto con un reducido grupo, Petra Kelly fundaría el
partido de Los Verdes. Y un año después llegaría al Parlamento Europeo y se convertiría en
portavoz de los ecologistas.
Tanto Réne Dumont como Petra Kelly, plantearon algo muy novedoso para la política de
entonces, “hacer de la defensa del medio ambiente” el epicentro de la acción política del
partido de Los Verdes.
En nuestro país, por razones históricas, las cosas discurrían mucho más lentamente.
Acabábamos de salir de una dictadura y la principal preocupación de todos los demócratas era
que no volvieran a arrebatarles la libertad. Conviene recordar, y me refiero sobre todo a los
más jóvenes que por fortuna no conocieron esa etapa, que en 1981 el Coronel Tejero irrumpió
pistola en mano en el Congreso de los Diputados y que la democracia estuvo en peligro
durante horas. En esas condiciones, hoy todos comprendemos que no eran tiempos para dar
rienda suelta a las inquietudes vanguardistas que venían de Alemania y Francia.
En buena parte, nuestra incorporación tardía a ese movimiento ecologista emergente en
Europa, explica parte de las dificultades que posteriormente Los Verdes tendrían para
estructurar un partido al estilo de sus compañeros europeos.
La década de los 80, fue sin duda, la que más ilusión y esperanza suscitó en toda una
generación de ecologistas que consiguieron demostrar que era posible hacer política de otra
manera. Y en parte, eso fue posible gracias al EFECTO SORPRESA.
EL EFECTO SORPRESA
Hoy, tanto historiadores como analistas políticos, coinciden en que gran parte del espectacular
éxito electoral conseguido por Los Verdes en esa década, fue debido al efecto sorpresa. Ni el
poder político ni el económico esperaban ni estaban preparados para enfrentarse a un
fenómeno de esa naturaleza. De repente se encontraron con que tenían el fuego en casa, pero
pasado el desconcierto, reaccionaron construyendo cortafuegos.
Y en este apartado, consciente de la interpretación que se pueda hacer del tema, intentaré ser
muy cuidadoso para reflejar con claridad algunas de las conclusiones que muchos
especialistas dan por sentadas.
Según ellos, esos cortafuegos consistieron en potenciar desde el poder, la incipiente ecología
asociativa que también emergió entonces. Y de ese modo alejar la posibilidad de una
convergencia de esos movimientos con la ecología política que ya había conseguido llegar a
las instituciones. Mucho más incomoda y fiscalizadora de la política tradicional.
Y esa potenciación revistió diversas y variadas formas. Como por ejemplo, la financiación
desde las instituciones públicas o privadas de diversas campañas de concienciación ciudadana
sobre problemas ambientales. La creación de fundaciones para la reflexión sobre problemas
ambientales, urbanísticos etc. En definitiva, que al igual que hoy, el intento de acaparación de
un sector de la ecología, siempre ha sido una preocupación del poder. Naturalmente, para
intentar neutralizarla de la mejor manera.
Los partidos tradicionales, de corte conservador o progresista, también han practicado y siguen
practicando ese intento de recuperación de la ecología más combativa. Ocurre, por ejemplo,
aunque sean todavía excepciones, que en determinados ayuntamientos o Gobiernos
Regionales, se subvencionen determinadas actividades desarrollas por asociaciones o
movimientos ecologistas. Y sobre el principio, naturalmente, nada tendríamos que objetar. Si
no fuera porque muchas veces esos colectivos ponen particular énfasis en explicar que ellos
no quieren saber nada de política y que por supuesto, nada tienen que ver con los partidos
políticos ecologistas.
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En ese espacio es en el que la ecología política tiene que hacer un gran esfuerzo de
pedagogía. Insisto, siempre desde la comprensión el respeto y la tolerancia, explicando bien
que esa fragmentación, lejos de fortalecer la ecología la debilita. Y que en el sistema actual,
por más que aborrezcamos la política tradicional, nunca hemos de perder de vista que el
espacio político que dejemos libre, otros lo ocuparán en nuestro lugar para decidir por nosotros
y sobre nuestro propio futuro.
SITUACIÓN DE LOS VERDES EN ESPAÑA
Y si esto es así, puede que muchos de vosotros se pregunten, si es sensato lanzar un nuevo
proyecto político verde. Es decir, asumir el riesgo de contribuir a una mayor fragmentación del
ecologismo. Máxime, en un momento en el que en países de nuestro entorno, están haciendo
esfuerzos considerables para unir a toda la ecología.
La respuesta es que sí. Precisamente por esas condiciones tan atípicas en las que se ha ido
desarrollando el movimiento ecologista desde su aparición y las dificultades, aún no superadas,
para estructurarse como referente político para ese sector de la sociedad que defiende el
ideario ecologista.
Ya he apuntado algunas de las razones históricas, a las que se han ido sumando, las políticas,
las organizativas y porque ocultarlo, hasta las de índole personal. Lo cierto es que el partido de
Los Verdes no ha logrado consolidarse ni como fuerza política homogénea ni representativa del
amplio y disperso sector que lucha y defiende los postulados ecológicos en nuestro país. Y por
aberrante nos resulte, hemos de reconocer que ecologistas sinceros y honestos se quedan en
casa en momentos de elecciones y hasta los hay que votan a opciones políticas antagónicas
con la ecología.
Y la mayoría de los que estamos aquí, conocemos perfectamente esta situación por haberla
vivido directamente. Y aquellos que la ignoren, les bastará para hacerse una idea, con echar
simplemente un vistazo a los resultados de las pasadas elecciones generales del 9 de marzo.
Nuestro pequeño desorden interno es de tal magnitud, que a esas elecciones los ecologistas
hemos concurrido con tres siglas diferentes. Podría extenderme sobre las causas y echar mano
de un glosario de justificaciones, pero no lo haré, porque no nos serviría para avanzar y sí para
reavivar viejos rescoldos que acabarían quemándonos un poco a todos. Y no estamos aquí
para saldar ninguna cuenta con el pasado. Al contrario, estamos aquí para mirar con ilusión y
entusiasmo al futuro.
Lo que no es óbice, para que saquemos enseñanzas de esa cruda realidad vivida hace sólo
unos meses. Esas tres formaciones han sumado 90.109 votos. A penas el 0,2% de los
sufragios.
Y no me cabe la menor duda, de que de seguir en la situación actual, la próxima vez aún será
peor, porque los dos grandes partidos tradicionales siguen trabajando incansablemente por
consolidar el bipartidismo. Es decir, la polarización del voto entre progresistas y conservadores.
Colocando a los ciudadanos en la disyuntiva de votar a unos para que no ganen los otros.
Sin embargo, sería un error concluir que sólo esa falta de entendimiento y los innegables
problemas organizativos existentes en Los Verdes, son los únicos responsables de esos malos
resultados.
Hemos de ser honestos con todos, pero sobre todo con nosotros mismos. No, por más empeño
que pongamos en querer disfrazar la realidad, obligado es reconocer que entre Los Verdes
existen diferencias políticas, organizativas y también estratégicas. Todas ellas, sin duda,
superables por medio del debate respetuoso y la reflexión serena. Pero hoy día esas
diferencias existen y el no reconocerlas nos está impidiendo avanzar.
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SÓLO ENUMERARÉ ALGUNAS
Y lo haré únicamente para intentar contribuir positivamente a la apertura de ese debate que
debería llevarnos a la superación de esas diferencias.
- No todos Los Verdes compartimos la necesidad de crear un espacio político
propio.
Pues bien, si todos tenemos voluntad de unión y conjuntamente construir un proyecto político,
organizativo y estratégico común, es evidente que previamente tendremos que ponernos de
acuerdo sobre la definición de nuestro propio espacio.
- No todos tenemos la misma visión estratégica en materia de alianzas electorales.
Y esa visión va desde quienes abogan por no establecer alianzas electorales con ninguna
formación, pasando por los que estiman que la mejor opción puede ser el PSOE o quienes
prefieren a IU. Esta confusión no se puede mantener en política y pretender que los
ciudadanos nos vean como algo serio y coherente.
- Al interior de Los Verdes tampoco existe una claridad total sobre nuestras
relaciones con el movimiento ecologista asociativo. Ni tampoco con esos otros
movimientos, que aún abogando por un modelo de desarrollo equiparable al
nuestro, sin embargo y por poner un ejemplo, cuestionan el modelo de
construcción europeo.
Esta cuestión es crucial de cara al desarrollo de la ecología política. Y partidos verdes de
nuestro entorno así lo han entendido, puesto que han logrado lo que hace un par de años
parecía imposible. Demostrando así, que se puede ser altermundialista y a la vez ecologista.
- Y no es menos evidente que existen divergencias sustanciales relativas al
modelo de partido.
Unos consideramos que sólo desde un modelo federal y descentralizado territorialmente se
puede ser más dinámico y eficiente en la acción política, mientras que otros siguen viendo en el
modelo confederal el instrumento ideal para hacer política.
Todas estas cuestiones y algunas otras que no he enumerado, no son cuestiones de menor
calado. Lo que en modo alguno significa que entre todos no seamos capaces de hallar la
solución. Máxime, cuando ya está todo inventado.
¿QUÉ PRETENDEMOS Y QUEREMOS LOS VERDES DE EUROPA?
Lo primero, mirar al futuro y tender la mano con generosidad y sin reservas a todos aquellos
que hayan llegado al convencimiento de se necesita un partido Verde, estructurado,
homogéneo, dinámico y responsable, capaz de ofrecer soluciones y alternativas viables a todos
los problemas que tiene la sociedad española.
Y el primer reto que tenemos por delante, es que no sólo unos pocos creamos en esa
necesidad, sino que sea también compartida por un amplio sector de la sociedad. Y eso,
queridos compañeros ya es harina de otro costal. Y sobre todo, no creáis que sólo Los Verdes
españoles estamos en esa encrucijada.
Hace unos meses, el equivalente francés de nuestro CIS, procedió a una macro encuesta de
opinión y entre las múltiples preguntas, una se refería específicamente a Los Verdes. Y era la
siguiente: ¿Cree usted que un partido ecologista es necesario? Por abrumadora mayoría
los encuestados respondieron que NO.
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Asombroso ¿no? Que en el país en el que surge la primera candidatura ecologista y donde Los
Verdes han llegado a tener una fuerza considerable, los ciudadanos ya no consideren
necesario tener un partido ecologista, no deja de ser preocupante para el futuro de la ecología.
¿Y cuáles pueden ser las razones de esta sorprendente respuesta? Pues entre las muchas que
los especialistas barajan, la que más cuerpo toma, es la de la banalización de la ecología.
Por paradójico que parezca, se habla tanto de ecología que ha llegado a convertirse en un
tema banal.
No transcurre ni un solo día sin que los medios de comunicación no hagan referencia a temas
ecológicos. Y como es natural, Gobiernos, partidos políticos, constructores de automóviles,
compañías eléctricas, petroleras, fabricantes de detergentes, todos sin excepción protegen y
cuidan del medio ambiente ¿O no? Pues ese discurso ha calado en la sociedad de tal manera,
que la ecología ha pasado de ser tema de reflexión a tema de conversación banal.
Yo desde luego, suscribo que ahí está una de las principales causas del retroceso electoral que
están padeciendo todos los partidos verdes. De otro modo no se explica que algunos hayan
pasado en menos de 20 años de un 14% al 1,5%.
¿Y ante esta situación qué podemos hacer los ecologistas?
Podemos hacer dos cosas. Aceptar la fatalidad y dedicar nuestro tiempo a otros menesteres. O
no resignarnos y luchar todavía más. Y si elegimos esta segunda opción, es evidente que
debemos tener en cuenta esta nueva realidad de pensamiento de la ciudadanía y elaborar
nuestros discursos y orientar nuestras acciones teniendo en cuenta la evolución social y
cultural que nos rodea.
La acción reivindicativa y de denuncia sigue siendo el instrumento más útil de
concienciación ciudadana. Y por más que nos tilden de alborotadores, no hemos de
acomplejarnos, que eso es precisamente lo que pretenden nuestros adversarios.
Conseguir más desmovilización social de la que ya existe.
Pero tampoco hemos de caer en la tentación arrogante pensando que somos los únicos
y los que más sabemos de ecología. Sin embargo, sí somos los que más tenemos que
velar porque no se extienda esa visión reduccionista de la ecología que algunos
pretenden dar.
Ser ecologista implica hablar de economía, de enseñanza, de sanidad, de paridad entre
hombres y mujeres, de la pobreza, de la inmigración y el paro etc.
Ser ecologista, es demostrar que la conciencia ambiental es indisociable de la
democracia. Que la ecología no emerge de la derecha ni de la izquierda, sino de sus
propias raíces y se asienta sobre ideas y culturas diversas.
Todo eso supone poner en evidencia toda esa superchería que partidos políticos y grupos
económicos han tejido en torno a la ecología.
Y supone igualmente, demostrar que se puede hacer política diferentemente. Con una mayor
participación de los ciudadanos a través de sus instituciones más cercanas. Y, además hacerla
de forma transparente. Incluso sin necesidad de nuevos instrumentos legales. Los que hoy
existen en la administración local son suficientes en una primera etapa. Sólo de esa manera se
evitará que siga creciendo el distanciamiento entre administradores y administrados.
Naturalmente, también será necesario vencer ciertas resistencias, que por la procedencia de
muchos de nosotros, aún existen dentro del propio mundo de la ecología política. Con esto
quiero decir que no podemos seguir perdiendo el tiempo analizando las causas de proyectos
fallidos.
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A estas alturas por muy interesante que resulte intelectualmente seguir diseccionando el
marxismo, para constatar su desinterés por el mundo rural, eso no nos ayudará e entender
mejor la ecología.
Tampoco es muy importante saber si somos revolucionarios o reformistas. Por eso hemos de
superar cuanto antes esos debates, más bizantinos que otra cosa, y dedicarnos plenamente a
los problemas actuales.
Es mucho más importante unir esfuerzos y voluntades para cambiar lo que no nos gusta
actualmente, que sumirnos en la melancolía soñando con lo que pudo haber sido y no fue.
Llegar a las instituciones donde se toman decisiones tiene que ser una ambición legítima y
noble. Pero llegar para cambiar y no con el objetivo de perpetuarse. Porque para eso ya están
otros.
Por eso tenemos que definir con claridad ¿cómo, con quién y para qué?
A muchos de los que hoy estáis aquí, quizá este discurso os suene a una declaración de
principios ya oída. O otros, por el contario quizá todos estos planteamientos les resulten de una
gran tibieza.
Todos sabéis sin embargo, que en política casi todo está inventado y que lo más difícil no es la
elaboración del discurso teórico, la dificultad reside en elaborar unas pautas de
comportamiento capaces de modificar las actuales. Y ahí nos topamos con todas las
contradicciones del ser humano.
Lo que Los Verdes de Europa proponemos es un proyecto político sin concesiones en el
terreno de la ética, un militantismo desinteresado, generoso y voluntario. En el que valores
como la solidaridad, la justicia social y la democracia sean verdaderos baluartes de nuestro
ideario y estén presentes en todas nuestras acciones.
Hay muchos aspectos de esta sociedad que no nos gustan y queremos cambiarlos y
pretendemos hacerlo sumando esfuerzos y voluntades. Nada más sencillo y complejo a la vez.
Contrariamente -debido al panorama de crisis actual – de lo que algunos puedan pensar, este
es un momento propicio para lanzar un proyecto de esta naturaleza.
No sólo porque el modelo económico que nos han vendido como garantía de progreso y bien
estar, está haciendo aguas por todas partes, sino porque el declive de la izquierda en Europa
es irreversible e histórico.
Europa está viviendo una crisis de civilización y se está imponiendo una revolución
conservadora. Y quienes hasta no hace mucho sostenían que ese declive de la izquierda era
como consecuencia de la caída del comunismo, hoy ya no son tan categóricos. El declive se
debe a la sequía de ideas y la falta de renovación en los casi últimos 30 años.
Las fuerzas conservadores han sabido adaptarse mejor a esta nueva Europa, y ocupan más y
mejor el espacio político. Tanto a nivel europeo, como estatal y local. A diferencia de la
izquierda que sigue considerando esos espacios como diferentes.
Es evidente que la derecha ha sabido adaptarse mejor a esta nueva Europa y a la
Mundialización que la izquierda.
En la última reunión de la Internacional Socialista, varios de sus dirigentes también han hecho
esta constatación. Llegando incluso a reconocer que atravesaban una crisis profunda y que no
tenían remedios para salir de ella. Sobre todo, porque desde hace más de una década los
ciudadanos han ido abandonando progresivamente esa izquierda, otrora portadora de tantas
esperanzas.
Hoy esa vieja izquierda ya no tiene ningún referente al que agarrarse.
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Ese espacio es el que tenemos que ocupar Los Verdes, con propuestas y alternativas más
realistas y acordes con la situación actual y la que se avecina. Si nadie lo remedia, en 2015 la
temperatura del planeta se habrá elevado en 2º y eso tendrá graves consecuencias para la
humanidad.
Tampoco podemos olvidarnos de los conflictos bélicos en el mundo. Y menos en este ciclo de
crisis económica y financiera. Ni de ese progresivo recorte de libertades individuales y
colectivas al que estamos asistiendo, fundamentalmente desde los atentados del 11M.
Los Verdes de Europa somos un partido político con vocación de intervenir en todos los
asuntos de la vida política y social, tanto a nivel local como estatal, europeo y planetario.
Y ya para terminar, sólo unas pinceladas sobre una cuestión, diría de orden doméstico, pero
que sin duda, es gran importancia para nuestro futuro.
LA CUESTIÓN ECONÓMICA
Esa independencia política de la que os he hablado, sabéis igual que yo que no será posible si
previamente no somos económicamente independientes.
Hacer política sólo con entusiasmo y voluntarismo no es suficiente. Y aunque no ignoro, que
por tradición e incluso por pudor, las cuestiones crematísticas siempre se abordan muy de
refilón, es importante que todos seamos conscientes de que nuestra pertenencia al partido
lleva implícito el deber de contribuir a su mantenimiento. De lo contario ni habrá partido, ni
proyecto política ni nada.
Hemos, pues, de ser audaces e imaginativos para definir y llevar a la práctica una política de
financiación propia, transparente y sin hipotecas de ningún tipo. Y eso va a requerir de todos
nosotros un esfuerzo innegable, pero estoy convencido de esta dificultad también es superable,
con trabajo, voluntad e imaginación.
CONCLUSIÓN
Concluyo con la esperanza de hoy hayamos sentado las bases de un proyecto capaz de
ilusionar a bastantes más de los que estamos aquí. Y a la mayoría de vosotros, que habéis
venido desde tan lejos, agradeceros el enorme esfuerzo que habéis hecho. Esa ya es una
garantía de que este proyecto tiene futuro.
Gracias a todas y a todos.
Madrid, a 27 de septiembre de 2008
Manuel Rodríguez Barrero
Secretario General de LVE
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